
Se dice que solo diez personas en todo
el mundo entendían a
Einstein. Si nadie me entiende a mi, soy un genio ?

No mires nada en un laboratorio de
física. No huelas nada en un laboratorio de bioquímica. No pruebes nada en
un laboratorio de química. No toques nada en un hospital. Pero sobretodo,
lo que nunca jamás debes hacer, es escuchar en una clase de filosofía.

Cuando Diógenes de Sinope, el Filosofo,
llegó a Atenas, quiso ser discípulo de Antístenes, pero fue , el
rechazado, ya que éste no admitía discípulos. Ante su insistencia,
Antístenes le amenazó con su bastón, pero Diógenes le dijo: “no hay un
bastón lo bastante duro para que me aparte de ti, mientras piense que
tengas algo que decir y yo algo que aprender de ti”.

Cuando fue puesto a la venta como
esclavo, le preguntaron qué era lo que sabía hacer, contestó: “mandar,
pero antes de venderme comprueba si alguien quiere comprar un amo”.

Cuando le invitaron a la lujosa mansión
le advirtieron de no escupir en el suelo, acto seguido, sintiendo deseos
de escupir, escupió en las ropas del dueño de la casa, diciendo, a modo de
disculpa y de enseñanza, que no había encontrado otro sitio más sucio ya
que todo lo demás estaba demasiado limpio.
Se decía que Diógenes iba por la calle
en pleno día, con una lámpara encendida, diciendo "Busco un hombre",
mientras sus conciudadanos se burlaban de él, siendo que con eso quería
decirles que en realidad ninguno de sus contemporáneos se comportaban
enteramente como seres humanos.
En otra ocasión le preguntaron por qué
la gente daba limosna a los pobres y no a los filósofos, a lo que
respondió: porque piensan que pueden llegar a ser pobres, pero nunca
llegaran a ser filósofos.
Diógenes, el filósofo griego se
encontró con Alejandro Magno cuando este se dirigía a la India. Era una
mañana de invierno, soplaba el viento y Diógenes descansaba a la orilla
del río, sobre la arena, tomando el sol, desnudo... Era un hombre
físicamente bien conformado, armonioso. Alejandro no podría creer la
belleza y gracia del hombre que veía. Estaba maravillado y dijo:
“Señor...” – (jamás había llamado “señor” a nadie en su vida)- “...señor,
me ha impresionado inmensamente. Me gustaría hacer algo por usted. Soy
Alejandro el Grande, conquistador y Rey de Reyes ¿Hay algo que pueda
hacer?”
Diógenes dijo: “Muévete un poco hacia un lado porque me estás tapando el
sol, esto es todo. No necesito nada más.”
Alejandro dijo: “Si tengo una nueva oportunidad de re encarnar en esta
tierra, le pediré a Dios que no me convierta en Alejandro de nuevo, sino
que me convierta en Diógenes”.
Diógenes rió y dijo: “¿Quién te impide serlo ahora? ¿Adónde vas? Durante
meses he visto pasar ejércitos ¿Adónde van, para qué?”.
Dijo Alejandro: “Voy a la India a conquistar el mundo entero”.
“¿Y después qué vas a hacer?”, preguntó Diógenes.
Alejandro dijo: “Después voy a descansar”.
Diógenes se rió de nuevo y dijo: “Estás loco. Yo estoy descansando ahora.
No he conquistado el mundo y no veo que necesidad hay de hacerlo. Si al
final quieres descansar y relajarte ¿Por qué no lo haces ahora? Y te digo:
Si no descansas ahora, nunca lo harás. Morirás. Todo el mundo se muere en
medio del camino, en medio del viaje”.
Alejandro se lo agradeció y le dijo que lo recordaría, pero que ahora no
podía detenerse. Alejandro cumplió su destino de conquistador, pero no le
dio tiempo a descansar antes de morir.
Un profesor de filosofía famoso por lo
despistado va caminando por el campus cuando un estudiante le para y le
hace un par de preguntas. Al terminar sus preguntas y recibir las
respuestas el estudiante se despide:
- Bueno, pues esto era todo, muchas gracias.
- De nada. Hasta mañana.
- Adiós.
Tras una breve pausa, el profesor se detiene subitamente y le pregunta, en
voz alta:
- Eh!! Oye, perdona, me podrías decir hacia donde iba caminando cuando nos
encontramos?
- Si, claro, iba en esa dirección, dice el alumno, señalando hacia un
edificio......
- Ah, entonces ya he comido... el comedor está en sentido contrario.
Gracias.
Cuento taoísta
Había una vez dos monjes que paseaban por el jardín de un monasterio
taoísta. De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se
cruzaba en su camino. Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse
cuenta cuando le contuvo a tiempo. Agachándose, recogió al animal. "Mira,
hemos estado a punto de matar este caracol, y este animal representa una
vida y, a través de ella, un destino que debe proseguir. Este caracol debe
sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación." Y delicadamente
volvió a dejar el caracol entre la hierba. "¡Inconsciente!", exclamó
furioso el otro monje. Salvando a este estúpido caracol pones en peligro
todas las lechugas que nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado. Por
salvar no sé qué vida destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos.
Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro monje que por
allí pasaba. Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer monje
propuso: "Vamos a contarle este caso al gran sacerdote, él será lo
bastante sabio para decidir quien de nosotros dos tiene la razón."
Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre por el tercer
monje, a quien había intrigado el caso. El primer monje contó que había
salvado un caracol y por tanto había preservado una vida sagrada, que
contenía miles de otras existencias futuras o pasadas. El gran sacerdote
lo escuchó, movió la cabeza, y luego dijo: "Has hecho lo que convenía
hacer. Has hecho bien". El segundo monje dio un brinco. "¿Cómo? ¿Salvar a
un caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno? Al
contrario, había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias
al cual tenemos todos los días buenas cosas para comer. El gran sacerdote
escuchó, movió la cabeza y dijo "Es verdad. Es lo que convendría haber
hecho. Tienes razón."
El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta entonces, se
adelantó. "¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente opuestos! ¿Cómo
pueden tener razón los dos?" El gran sacerdote miró largamente al tercer
interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo: "Es verdad. También tú
tienes razón." y dicho esto el gran sacerdote continuó con su meditación.
Cuando en una ocasión le preguntaron a
San Agustín qué hacía Dios antes de crear el mundo, contestó: “Estaba
creando un infierno para las personas que hacen preguntas como esa”.
Se cuenta de Tales – según leemos en
Platón (Teeteto 174a) – que, mientras se ocupaba de la bóveda celeste,
mirando a las estrellas, cayó en un pozo. Se rió de él entonces una
sirvienta tracia, diciéndole que mientras deseaba con toda pasión llegar a
conocer las cosas del cielo, le quedaba oculto aquello que estaba ante su
nariz y bajo sus pies. “Esta burla viene muy bien a todos aquellos que
dedican su vida a la filosofía”, añade Platón.
El Gallo (Rafael Gómez Ortega), fue un
torero español muy famoso, hermano del más famoso aún Joselito, que se
relacionaba con lo mejor de la sociedad de su tiempo. Cierto día alguien
quiso presentarle a Don José Ortega y Gasset y al preguntar quién era este
señor le contestaron que era el más eminente filósofo español del momento.
Entonces, el matador pidió que le explicaran en qué consistía su
profesión. “Los filósofos se dedican a pensar” le contestaron. Asombrado,
el Gallo contestó “Hay gente pa' tó”.
Un profesor de física presentó un
presupuesto millonario para la realización de un experimento, a lo que el
decano le respondió: "Otro experimento... ¿es que no pueden apañarse con
papel, lápiz y una papelera, como los matemáticos? ...o como los filósofos
que sólo necesitan papel y lápiz.
“El maestro estaba de un talante
comunicativo, y por eso sus discípulos trataron de que les hiciera saber
las fases por las que había pasado en su búsqueda de la divinidad.
Primero, les dijo, Dios me condujo de la mano al País de la Acción, donde
permanecí una serie de años. Luego volvió y me condujo al País de la
Aflicción, y allí viví hasta que mi corazón quedó purificado de toda
afección desordenada. Entonces fue cuando me vi en el País del Amor, cuyas
ardientes llamas consumieron cuanto quedaba en mi de egoísmo. Tras de lo
cual, accedí al País del Silencio, donde se desvelaron ante mis asombrados
ojos los misterios de la vida y de la muerte.
¿Y fue ésta la fase final de tu búsqueda?, le preguntaron.
No respondió, el Maestro,... Un día dijo Dios: Hoy voy a llevarte al
santuario más escondido del Templo, al corazón del propio Dios...
Y fui conducido al País de la Risa.”
“Historias Zen”, de Taisen Deshimaru
Nasrudin
Cierta mañana, Nasrudin envolvió un huevo en un pañuelo, se fue al centro
de la plaza de su ciudad y llamó a los que pasaban por allí:
- “¡Hoy tendremos un importante concurso!”, dijo. “¡Quien descubra lo que
está envuelto en este pañuelo recibirá de regalo el huevo que está
dentro!”.
Las personas se miraron, intrigadas. Nasrudin insistió:
- “Lo que está en este pañuelo tiene un centro que es amarillo como una
yema, rodeado de un líquido del color de la clara, que a su vez está
contenido dentro de una cáscara que se rompe fácilmente. Es un símbolo de
fertilidad y nos recuerda a los pájaros que vuelan hacia sus nidos.
Entonces, ¿quién puede decirme lo que está escondido?”
Todos los habitantes pensaban que Nasrudin tenía en sus manos un huevo,
pero la respuesta era tan obvia que nadie quiso pasar vergüenza delante de
los otros. ¿Y si no fuese un huevo, sino algo muy importante, producto de
la fértil imaginación mística de los sufís? Un centro amarillo podía
significar algo del sol, el líquido a su alrededor tal vez fuese algún
preparado de alquimia. No, no, aquel loco estaba queriendo que alguien
hiciera el ridículo.
Nasrudin preguntó dos veces más y nadie se arriesgó a decir algo impropio.
Entonces, abrió el pañuelo y mostró a todos el huevo.
- “Todos vosotros sabíais la respuesta”, afirmó, “y nadie osó traducirla
en palabras. Así es la vida de aquellos que no tienen el valor de
arriesgarse: las soluciones nos son dadas generosamente, pero estas
personas siempre buscan explicaciones más complicadas, y terminan no
haciendo nada. Sólo una cosa convierte en imposible un sueño: el miedo a
fracasar.
Primera Ley de la Filosofía: "por cada filósofo, existe
un filósofo igual y opuesto"
Segunda Ley de la Filosofía: "ambos están equivocados"
La Filosofía en un juego con objetivos pero sin reglas
Las Matemáticas son un juego con reglas pero sin
objetivos
La Teología es un juego cuyo objeto es poner reglas a
lo subjetivo
Un profesor de filosofía entra en clase para hacer el
examen final a sus alumnos. Poniendo la silla encima de la mesa dice a la
clase: "usando cualquier cosa aplicable que hayan aprendido durante este
curso, demuéstrenme que esta silla no existe".
Todos los alumnos se ponen a la tarea, utilizando sus
lápices y gomas de borrar, aventurándose en argumentos para probar que la
silla no existe.
Pero un alumno, después de escribir rápidamente su
respuesta entrega su examen ante el asombro de sus compañeros.
Cuando pasan unos días y entregan las notas finales,
ante la estupefacción de todos, el alumno que entregó su examen en 30
segundos obtiene la mejor calificación. Su respuesta fue: "¿Qué silla?"
El profesor de filosofía a su auditorio, después de la
conferencia: Y si ustedes me han comprendido bien, es que me he explicado
mal.
Papá, hoy me dieron la nota máxima en la clase de
filosofía. ¡Demostré que el profesor no existe!

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