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28. Clave del Análisis de las Religiones

 

 

El que estudia historia, especialmente la historia de las religiones, tiene que haber considerado a menudo que debe existir alguna explicación para la multiplicidad de religiones y de sus muchos elementos conflictivos. ¿Dónde y cómo se originaron? ¿Cuál es el terreno en que han crecido? Si hay tantos caminos hacia Dios como todas pretenden, ¿por qué pelean incesantemente unas contra otras. ¿Hay un sustrato de verdad común a todas ellas? Si es así, ¿cómo descubriremos sus bases fundamentales? Ésta y muchas otras preguntas se clavan en el estudiante imparcial. Creemos que debe haber una contestación a estas preguntas. Cuando se analicen todas las religiones, quedará un residuo mostrando un origen mutuo y exhibiendo propiedades comunes.


Para evitar adentrarnos largamente en la materia, vayamos directos al corazón de este asunto. La religión, cualquier religión, es la experiencia interior del individuo. Ya lo hemos discutido con alguna extensión. Para tener esa experiencia, hemos de abandonar el mundo exterior por lo menos con el pensamiento e ir a nuestro interior. ¿Cómo se va al interior? Desligándose de todo el mundo exterior, el de los sentidos, y retirando la atención de todos los objetos perceptibles, concentrando la atención sobre algo interior. Esto parece bastante simple y es el método para adquirir todas las experiencias espirituales: dejar el mundo exterior y penetrar en el mundo interno de la consciencia. No hay excepciones para esta regla. No importa la religión que sea, uno debe ir dentro para obtenerla.


Para exponer la materia más explícitamente, concentrar la atención sobre algo que esté dentro de uno mismo es el camino hacia todas las experiencias religiosas. Esto es verdad en el sistema de los Maestros y es verdad en todos los demás sistemas que producen cualquier clase de experiencia religiosa, sea cual fuere. Pero, y éste es el punto crucial, los métodos difieren en la medida que difieren las experiencias. El método de los Maestros es científico y exacto. Los restantes métodos están hechos más o menos al azar, empíricos e inciertos. Este hecho en sí explica por qué los resultados del método de los Maestros son uniformes, sin importar cuántos miles de veces se hagan los experimentos, ni cuántos miles de años hayan transcurrido entre uno y otro experimento. También explica por qué hay tan incontable variedad en los resultados obtenidos por los demás métodos.


Hay también una enorme diferencia en cuanto a grado y medida de penetración en los mundos interiores y, por lo tanto, tiene que haber una diferencia correspondiente en los resultados obtenidos.


Este hecho origina una gran variedad de experiencias interiores y una variedad de religiones basadas en esas experiencias. Uno puede dejar el mundo exterior y adentrarse muy superficialmente en las regiones del pensamiento. Si se concentra en ese punto, las formas de pensamiento se levantarán a su alrededor y se solucionarán sus problemas, en la medida que pueda solucionarlos su propio pensamiento. Cualquiera que tenga visión astral puede ver estas formas de pensamiento. Ésta es la región donde la mente representa sus más grandes dramas. Es el plano donde la mente va creando, modelando y dando forma a sus pensamientos tal y como desea. Mientras tanto, hay una corriente de sugestión volcándose sobre el individuo. Esto ayuda a moldear sus formas de pensamiento. Finalmente, muchas de esas almas que son más sensibles pueden contemplar realmente sus formas de pensamiento y se imaginan haber visto a algunos grandes personajes fuera de ellos mismos. Esas imágenes del pensamiento les hablan a menudo desde lo profundo del subconsciente.


Nunca se ha fundado una religión, nunca se ha escrito un buen libro, nunca se ha pintado un buen cuadro, nunca se ha compuesto un buen poema, nunca se ha desarrollado un buen invento, sin haberse adentrado, interiormente hasta cierto punto y concentrado allí en la tarea entre manos. Aunque no esté uno consciente de lo que quiere lograr exactamente, obtiene resultados por medio de la concentración. Esto es lo más grandioso del proceso: la concentración perfecta, llegar a olvidarse del mundo exterior de los sentidos y centrar la atención sobre aquello que hay que encontrar dentro del hombre. Ésta es la manera de alcanzar el objetivo, con independencia del campo de actuación.

No importa de qué se trate, éste es el único método que conduce al éxito. La atención concentrada es la llave que abre todos los almacenes de la sabiduría, de la verdad y de la espiritualidad.


Pero hay una dificultad en este proceso, cuando el estudiante se encuentra cara a cara con sus propias creencias mentales. Es entonces cuando se halla casi desvalido, a menos que tenga la dirección de un Maestro vivo. Ha sido la experiencia más lamentable de miles de hombres y mujeres buenos, que han entrado hasta un cierto grado en la consciencia interior , que han tenido la impresión de que Dios o un ángel, o un pariente, les estaba guiando. Oyen "La voz de Dios", dicen ellos, o tienen la impresión de que Dios mismo les está dando un mandato o instrucciones. Pero de hecho esas visiones o voces, o impresiones, son con seguridad sus propias creaciones mentales.


Este proceso es claramente visible para todo aquél que tenga visión astral independiente, pero es muy raro que el individuo pueda hacer esa distinción por sí mismo, debido a que carece de esa visión autónoma. Cree, con pasión, que Dios le habla directamente, cuando en realidad no está oyendo otra cosa que los débiles murmullos de su propia mente, que van brotando de su subconsciente. Está engañado, se engaña a sí mismo y, por ello, anuncia con frecuencia que ha recibido un mensaje de Dios o que Dios le conduce a hacer ciertas cosas.


Mucha gente dice que Dios les ha ordenado cometer un asesinato o cometer toda clase de atrocidades, pero se trata de su propia mente desordenada. Recuerdo a un hombre y una mujer, que eran compañeros míos de viaje en un barco en el que cruzábamos los mares hasta Hong Kong. Iban de misioneros al Tíbet. Se dirigían a esa casi inaccesible región siguiendo únicamente la fuerza de un "mandato personal de Dios". Para el que estudia los fenómenos sicológicos era perfectamente claro que su "mandato de Dios" no era sino algo creado por sus propias mentes, súper inducidas por un largo proceso de sugestión.


Eso ha sucedido muchas veces en la historia. Se han iniciado nuevos cultos, inaugurado movimientos, se han hecho sacrificios y se han escrito libros solamente sobre la base de tales "Mandatos de Dios". No debe culparse a esos individuos por sus errores. Debemos compadecerlos. La mayoría de ellos son devotos sinceros de sus religiones. La dificultad estriba en que no tienen protección. Carecen de un guía digno de confianza. No pueden ver dentro de sí para descubrir el fraude que están perpetrando en ellos sus propias mentes. Tan pronto como una persona penetra una corta distancia interiormente, se enfrenta y es asaltado siempre, de manera total, por una multitud de sus propias formas de pensamiento. Ayudadas por las sugestiones de otros, casi todas han tomado forma extraída de su propio entrenamiento pasado y de las ideas que ha sostenido durante largos períodos de tiempo. Brotan de sus propios deseos largamente acariciados. Al final, le desencaminan, llevándole por sendas descarriadas.


Creemos que este proceso sicológico es la verdadera causa de la mayoría de esa interminable variedad de experiencias que la gente llama religiosas y que proliferan en la gran diversidad de religiones. Nadie está libre de esa desgracia, sino hasta que le dirige un Maestro vivo, quien puede observar con clara visión todas las experiencias internas, tanto de sí mismo como de sus discípulos. Aún más, a la hora de la Iniciación, cada uno de los discípulos de un Maestro vivo recibe amplia protección, que hace del todo imposible esas lamentables experiencias.

 

 

 

 

 

 

29. Cuidado de Nuestros Propios Procesos Mentales

 

 

Cada uno de los estudiantes de los Maestros está obligado a estar vigilando siempre sus propios procesos mentales. Cuando empieza a entrar en los planos interiores, aunque sea en el grado más ligero, debe estar prevenido contra sus propias y engañosas creaciones mentales. Durante todo el tiempo de su vigilia consciente debe recordar que su mente es tanto su peor enemigo como su instrumento más útil. Pero el punto principal es que tiene que guardarla bajo control en todo momento. La mente es un servidor muy útil, pero un pésimo amo.


Solamente al discípulo de un Maestro verdadero se le da completa protección para no ser engañado por su propia mente. Únicamente el que sigue a un Maestro auténtico puede diferenciar entre lo verdadero y lo falso, al asomarse a esas sutiles regiones de la mente. No puede privarse de la guía del Maestro en esas zonas peligrosas. Sin el Maestro, es casi seguro que se perderá. La mente realiza miles de trucos. Es una de las cosas menos fiables y la acechan habitualmente sus propias creaciones de pensamiento, acosada por sus propios deseos y dominada por sus propias pasiones.


A la luz de estos hechos, ¿es asombroso que el mundo esté lleno de ideas en conflicto, tanto sobre las religiones como sobre otros asuntos? Pero, como se dijo anteriormente, el método de los Maestros ofrece una protección completa contra tales desastres. Ese método indica exactamente en qué debes concentrar tu atención y donde debe centrarse. También te ofrece los medios más precisos y efectivos para comprobar cada una de las experiencias interiores. Y, por último, te lleva hasta las regiones internas con los ojos bien abiertos, con la conciencia más intensamente despierta que en cualquier otro instante y, lo más importante de todo, la Figura Radiante del Maestro vivo está exactamente allí, con el discípulo, para instruirle y guiarle.


Bajo esas condiciones, el discípulo no puede equivocarse o cometer errores, ni puede imponérsele su propia mente ni la de nadie más. En el Sendero interior, el discípulo tiene que comprender que se encontrará con miles de espíritus de todas clases y condiciones y le tentarán. Se verá atraído de cien maneras. Se pondrán en acción toda clase de acciones para descarriarle. Solamente estará completamente a salvo con el Maestro.


Hagamos hincapié una vez más en que todo el bien procede de la luz interna. No hay posibilidad de que pueda aparecer nada de valor de la materia terrestre o de las formas materiales. Todas son perecederas y de valor temporal. Mientras más penetra uno en esas regiones sutiles de la verdad y la realidad, más perfecta es su luz. Quien tiene la ayuda del Maestro, que ha penetrado en esas regiones por sí mismo y conoce cada paso del camino, no puede descarriarse. Nunca tiene impresiones falsas ni organiza jamás cultos engañosos salidos de sus propias impresiones desordenadas. Nunca imagina que Dios le conduce. Dios nunca habla directamente a la gente de esa manera. Mientras más pronto aprendamos esa verdad, mejor para el mundo y para nuestras propias almas individuales. Dios tiene su modo de llevar a los hombres a la luz.

El Ser Supremo utiliza sólo dos métodos. El primero es común al mundo entero, conducido por la ley Natural, la experiencia personal y la experimentación: es decir, probando y descartando. Todos van siguiendo ese camino. No tienen un Maestro. Han de mirar por sí mismos. Siguen dando vueltas en la rueda durante vidas sucesivas, de época en época. Acumulan conocimientos por medio de la experiencia. Si viven de acuerdo con lo que les han enseñado las mejores experiencias, propias o ajenas, subirán en la escala de la evolución.


El segundo método es el de seguir a un Maestro. El Ser Supremo ha determinado que sea el Maestro el que conduzca a todos los hombres a la luz perfecta. No puede hacerse de ninguna otra manera. No podemos encontrar el camino sólos. Únicamente el Maestro puede conducir al alma a la luz perfecta y a su lugar de origen en la región suprema. El plan parece consistir en que la experiencia común dirija a la gente hasta donde pueda encontrar al Guru y hasta su hogar en las regiones eternas.


Fuera de estos dos métodos de tratar con la raza humana, Dios no interfiere jamás en los asuntos de los hombres. Nunca le habla a ninguno, nunca se deja ver de nadie, ni impresiona la mente de nadie. Si alguien recibe impresiones, oye voces o ve visiones, tiene que entender que el Supremo no tiene nada que ver con ello. Alguien, alguna deidad inferior, algún ángel o un alma cualquiera que haya abandonado el cuerpo puede impresionar o hablar al individuo, pero nunca el Ser Supremo. Si te imaginas que eso te está sucediendo, no lo creas. Llegar hasta donde pueda oírse o verse el Ser Supremo es un gran logro, muy por encima de lo que cualquier mortal haya experimentado, excepto un verdadero Santo o Maestro. Y los Maestros Verdaderos son sumamente escasos en este mundo.


Tenemos que expresar aquí algunas palabras más de advertencia. Aunque veas visiones interiormente, tienes que precaverte de ellas. Si te encuentras con individuos, -hombres, ángeles, aun alguien que aparezca como Dios o pretendiendo ser Dios o cualquier Santo-, ten la precaución de no ser engañado. Si fueras discípulo de un verdadero Maestro no podrían engañarte. Tendrías un método infalible y definitivo de poner a prueba cada visión o aparición, para determinar si son tan genuinas como pretenden. Pero, si no tienes esas armas, es casi seguro que te desviarás.


La mente es en extremo traicionera y, además, los sutiles mundos inferiores están llenos de millones de otras mentes que son tan traicioneras como la propia. No hay que creerles. El Gran Maestro dice que no debemos saludarles o hablarles siquiera, a no ser que El nos los presente. Si te imaginas que ves al Señor mismo, a Aquél a quien consideras más elevado, no dejes que esa visión te saque de tus casillas. Si no conoces la prueba del Maestro, es muy probable que puedan persuadirte. La visión puede ser una creación de tu propia mente o de alguna otra inteligencia o personificación. Recela de ella.


Una vez, cuando iba yo cruzando el Mediterráneo en medio de una fuerte tempestad, todos esperábamos que el barco se hundiera de un momento a otro. Por supuesto que todos rezamos, porque creíamos en la oración. Me divertí mucho al oír a un hombre que estaba maldiciendo seriamente su mala suerte. Nuestros pensamientos se dirigieron, naturalmente, hacia ese mundo que está más allá de éste de tormentas. Siendo cristiano, mi mente, por supuesto, se dirigió a Jesús. Medité en Jesús largas horas, rezando ocasionalmente. Mi pobre esposa estaba sentada cerca de mí y rezaba, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Finalmente, cansado de la larga espera y el suspenso, me recliné sobre la pared del salón comedor y traté de relajar la tensión. Ante mí se presentó una maravillosa visión. Se abrieron los cielos y vi a Jesús descendiendo hacía mí con gran luz y una multitud de ángeles a su alrededor. Sus brazos estaban extendidos hacía mí, dándome la bienvenida. Yo estaba loco de felicidad. De pronto, la escena desapareció y fui devuelto al plano físico por una fuerte zambullida del barco y un golpe en la cabeza. No hay duda ahora en mi mente de que no ví a Jesús, ni mucho menos. Fue solamente una imagen suya creada por mi propia mente.


Recuerdo aquí que hace varios meses una mujer se puso de pie durante el Satsang y relató cómo había visto muchas veces a su Señor Krishna. Había sido seguidora de Krishna durante cuarenta años. Al preguntársele si había hablado con ella, dijo: "Muchas veces"; pero que estaba confundida porque no siempre le había dicho la verdad. A menudo le decía cosas que luego no resultaban ciertas. Estaba claro el hecho de que esa señora nunca había visto realmente al señor Krishna, sino solamente sus propias creaciones mentales de él. Por supuesto que dichas creaciones no son comunicaciones fiables. Y lo mismo ocurre con miles de visiones, innumerables mensajes y multitud de guías y controles, la mayoría de los cuales no son otra cosa que creaciones mentales de la misma gente, que no tiene medios de protegerse contra esos engaños.


Por otra parte, bien puede suceder que muchas de esas visiones estén basadas en hechos y sean genuinas. Un ejemplo bien conocido es el del fundador del Mormonismo. Joseph Smith, un devoto muchacho que, después de mucho orar y de meditar profundamentamente tratando de determinar cuál de las muchas religiones contradictorias era la verdadera para él, tuvo una clara visión. Vió un ángel y ese ángel le dijo que habían unas láminas escondidas en una roca en la ladera de la montaña, señalándole el sitio exacto. Fue allí y encontró las láminas. Las tradujo, formando así lo que ahora es el libro del Mormón. Pudo haber tenido una genuina visión de ese ángel. Esas láminas o tablas pudieron haber sido colocadas allí hace siglos por las tribus errantes de los que fueron los primeros Cristianos descendientes de algunas de las tribus perdidas de Israel. El ángel pudo haber deseado que fueran reincorporadas al conocimiento de los hombres y por eso se dirigió al muchacho. Éste era un buen sujeto para ese contacto. Su mente era pura, su ánimo sencillo y se concentraba profundamente. Bajo esas circunstancias, no le fue difícil entrar en las regiones sutiles para tener una clara visión del ángel.


El punto principal es que, sin la visión cristalina del Maestro o la prueba infalible que él proporciona, nadie puede estar seguro de lo que ve o de lo que oye. Es más aconsejable evitar toda experiencia interior, mientras no se tenga el apoyo del Maestro. Más que nada, uno debe descartar todas las voces que oiga. Aun en el caso de ser discípulos de un Maestro verdadero, no es aconsejable suponer que es el Maestro quien les conduce, a menos que se tenga algo más que una impresión para guiarse.

Las probabilidades de que sean impresiones de la propia mente son de nueve contra uno. El discípulo puede proseguir únicamente cuando ve efectivamente al Maestro en su interior y, aun así, sólo después de aplicar la prueba que el Maestro le ha dado. Después de la prueba, si efectivamente es el Maestro, éste se quedará y se manifestará a sí mismo. Si es un fraude, desaparecerá, porque no hay un sólo impostor en todos los mundos sutiles que pueda soportar la prueba proporcionada por el Maestro.


No hay que dar oportunidades de ser engañados ni por nuestra propia mente ni por la de otros, porque es seguro que muchos tratarán de desviarte. No solamente los espíritus "apegados al mundo", sino también muchos agentes del Poder Negativo acechan en el plano físico, con el único propósito de atrapar una presa valiéndose de la ignorancia y la credulidad de los inexpertos. No confíes en ellos. Hasta que no puedas ver efectivamente al Maestro en tu interior, le lances el desafío de rigor y te responda apropiadamente, no debes nunca dejarte conducir por un camino incierto. Obtén las instrucciones de un Maestro, ya sea personalmente o por medio de su representante. Es mucho más seguro. He conocido a mucha gente buena que ha sido descarriada por un impostor y, cuando les pregunto por qué no acuden a un verdadero Maestro, se ofenden a veces, contestándome que ya tienen un Maestro en su interior. En todos esos casos están engañadas, porque ningún Maestro verdadero trabaja de tal forma.


Solamente puedes seguirle interiormente sin ningún peligro después de que hayas conquistado todas las barreras y te hayas colocado ante tu Maestro Radiante en los planos interiores, en un lugar conocido como Ashtadal-Kanwal. Desde ese punto, en adelante, ya no puedes ser engañado. A partir de ahí puedes hablarle cara a cara, tan libremente como puedes hacerlo con cualquier otro en cuerpo físico. Repetimos una vez más que no sigas las impresiones o las voces. Nunca. Guíate por la vista y por el desafío infalible. Recuerda que vas atravesando un país extraño, acerca del cual no sabes absolutamente nada y que ningún lenguaje puede describirte la multiplicidad de caminos y modos que se emplean para descarriar a los visitantes, con el fin de impedirles que sigan ascendiendo. Ponlo todo a prueba; retén solamente lo que sea bueno.


 

 

 

 

 

 

30. Análisis de los Movimientos Religiosos

 

 

Teniendo presentes los principios anteriores, puede hacerse un estudio crítico de todos los movimientos religiosos antiguos y modernos, hasta donde pueda llegarse con los datos que se logren obtener. Has recibido la llave que abrirá los misterios de todos ellos. La Ciencia perfecta de los Maestros será tu criterio. Aplica esa medida a todas las religiones. Realiza la prueba a movimientos tales como el moderno evangelismo, el proselitismo de cualquier forma y variedad, empresas misioneras, la Renovación de Moody y los Wesleys. Analiza el trabajo de hombres como George Jeffrys y el movimiento de Oxford de Buchman. Estudia el trabajo de los Doweys, el Glen Volivas, el Ejército de Salvación, los Nuevos Pensadores, la Unidad y todas las pequeñas denominaciones que brotan de entre las iglesias y las restantes religiones.


Cada religión mundial está llena de sectas diferentes. Todas tienen su interpretación sicológica. Son expresiones de alguna fase de experiencia religiosa. No estamos en condiciones de decir cuántas de ellas se deban a aberraciones mentales de sus fundadores. Pero, en todos y cada uno de los casos, han surgido de alguna clase de experiencia interior, aun cuando es muy posible que algunas de esas experiencias puedan atribuirse a una paranoia. (Pero, aún en ese caso, pueden incluir cierto valor sicológico y religioso). Debería hacerse un análisis cuidadoso en todos los casos y estudiarse imparcialmente el fenómeno, como si un doctor estuviera estudiando una nueva enfermedad.


Hay otro tipo importante de movimientos filosófico-religiosos de los tiempos modernos que requieren especial atención. Esos movimientos, que se conocen como evangelismo, fundan su atractivo casi por completo en las emociones. Generalmente malinterpretan sus propios brotes emocionales como obra del Espíritu Divino. Creen, rezan y exhortan, leen la Biblia y cantan. Muy raras veces piensan. Tienen fé. Pero hay otros que fundan su atractivo más directamente en el intelecto y buscan hacerlo sustancialmente por medio de la ciencia. Entre ellos podemos mencionar a Max Heindel, Rudolf Steiner, Ouspensky, Krishnamurti, Vivekananda y Herman Keiserling.


Buscando la realidad en la naturaleza espiritual del hombre y del universo, todos estos hombres pretenden inculcar algún aspecto de la Verdad, mientras que, al mismo tiempo, consideran al mundo algo ilusorio. La instancia final de tales movimientos va dirigida al espíritu, en lugar de la materia, hacia una comprensión iluminada más que a las emociones religiosas. Podemos muy bien hacer la concesión de que cada uno de esos hombres ha experimentado personalmente una realidad superior; por lo menos, destellos de algo más sustancial que la representación de las cosas materiales que pasan. A cada uno de ellos se le puede conceder un sitio de honor en la Gran Hermandad de la Luz. Todos han tenido sus propias experiencias interiores y cada uno ha escrito de la mejor manera que pudo acerca de lo que encontró, con la esperanza de contribuir de algún modo a la iluminación general. Tan pronto como alguien penetra interiormente, aunque sea de modo ligero, extrae una nueva verdad, consigue que le sigan. La gente ansia la verdad y la realidad, aunque sean pocos los que sepan qué es lo que quieren.


Este proceso de reexamen y cambio de énfasis tiene que continuar mientras carezca el mundo del sistema científico de los Maestros para viajar con Él por el sendero de la certeza. Los Maestros, al contrario de los demás, no adivinan, ni especulan, ni se dejan llevar por las impresiones. No siguen a ningún "guía". No oyen voces que les llamen desde la oscuridad. No caminan por senderos desconocidos. Los Maestros hablan por experiencia personal, basada en conocimientos que les fueron proporcionados por sus propios Maestros y luego comprobados por ellos mismos. Ensayan y comprueban cada hecho, experiencia o hipótesis. Después de ello se convierte en conocimiento propio y pueden hablar con autoridad. A continuación, enseñan a sus discípulos a seguir el mismo sendero de experimentación científica.


Confrontando todos los fenómenos que se ofrecen a su consideración, trabajan asimismo con una conciencia despierta y a la plena luz del día. Una vez que han tabulado y puesto a prueba todos los hechos, siguen adelante sobre la base de conocimientos ya contrastados. No asumen nada como creencia, no aceptan nada porque esté escrito en un libro; el libro registra únicamente las experiencias de otros hombres. Buscan sus propias experiencias y escriben sus propios libros. Hacen a un lado cuanto no conozcan con precisión, para investigarlo más adelante. Sólo con los Maestros tiene valor definitivo el conocimiento positivo. De hecho, en el proceso para llegar a ser Maestros deben dominar todo conocimiento. El resultado neto de su método es que todos los Maestros están perfectamente de acuerdo unos con otros y ello es debido a que han encontrado la Verdad en toda su plenitud y el cuerpo de la Verdad es uno, no importa en qué época o por quién sea descubierta.

 

 

Capítulo Tres

 

LOS MAESTROS Y SUS DEBERES

 

 

 

 

 

 

1. Qué y Quiénes Son los Maestros

 

 

Los términos que se usan para designar a los Maestros y a otros hombres altamente desarrollados son muchos. El término Maestro, como se usa en este libro, es equivalente a Santo (Sant, en Sánscrito). También tiene el mismo significado que Sat Guru, aunque esto último tiene un sentido adicional. Todos los Sat Gurus son Santos, pero todos los Santos no son Sat Gurus. Un Sat Guru es un Santo que ha sido designado por el Supremo Guru, Sat Nam, para actuar como Guru en su nombre. El Guru es una especie de virrey o ejecutivo oficial que hace su trabajo en este plano.


El Sat Guru, (Sat significa "verdadero" y Guru "el que da iluminación"), es el principal instrumento del Supremo Gobernante para ponerse en contacto con este mundo humano. También es lo mismo que Mahatma, si nos referimos a la orden más alta de Mahatmas. (Esta palabra se usa a menudo en la India con cierta imprecisión, generalmente para referirse al que ha alcanzado algún grado de eminencia en materia espiritual o religiosa: Mahatma, de maha, grande y de atma, espíritu. Un yogui es un mahatma de grado inferior al de un verdadero Santo. El significado original de yogui era "aquél que había alcanzado la unión con Dios". El sistema de prácticas por medio de las cuales alcanzaba esa unión se llama yoga. Pero la gran mayoría de los yoguis antiguos y modernos son hombres que han alcanzado solamente el primer grado, o menos, del Sendero de los Maestros.

Los Maestros mismos dividen a todos los mahatmas en cuatro clases:


1) El Sikh, (Shishya), que significa "discípulo", el que ha alcanzado la primera región.


2) El Sadhu: el que ha alcanzado la tercera región. Por cortesía, el que ha llegado a la segunda estación puede ser llamado Sadhu.


3) Un Santo: el que ha llegado definitivamente a la quinta región, de las ocho que hay en total.


4) Un Param Sant, o sea, el que ha alcanzado el logro más alto posible en la Suprema Región.


Nótese que estos grados se basan en logros personales e individuales. No son grados que se confieran. Se desarrollan por medio de arduo trabajo.


El Rishi es el que ha logrado un desarrollo considerable, semejante al del yogui. Por lo general, en la India se entiende que un verdadero rishi tiene un nivel superior al de un yogui (*). Esto puede ser así en teoría, pero en la práctica real dudamos que haya alguna diferencia. No obstante, tanto en la teoría como en la práctica, los Maestros o Santos tienen un nivel muy superior a los yoguis y los rishis, porque sus alcances son mucho más elevados. Los Vedas fueron facilitados por los grandes Rishis. Mana rishi es simplemente un "gran rishi".

(*) Rishi, término Sánscrito por "iluminado".


Muni significa casi lo mismo que rishi. La palabra Hebrea para rishi o muni o yogui es ro-eh. El equivalente en Griego es epíscopos, que significa superintendente de ceremonias o prácticas espirituales. Tiene también un significado esotérico, refiriéndose a aquél que lo mira todo con una visión más clara y tiene una perspectiva superior al resto. El antiguo rishi era mitad sacerdote y mitad profeta. Fue el prohita de la edad Védica, el alto sacerdote, el consejero de reyes. Ejemplos notables de ellos fueron Vishvamitra y Vasishtha, altos sacerdotes de los reyes. Todos ellos fueron mahatmas, pero no Maestros.


Entre los Musulmanes y Sufíes se habla de un Maestro designándolo como Murshid, Murshid-i-kamil, Faquir, Shaikh-ul-Mashaikh o Pir-o-Murshid. Se pretendía que estos términos fueran equivalentes al de Santo, pero han sido muy mal usados en los últimos tiempos. Se aplican con frecuencia a hombres que no son ni Santos ni Maestros, pero que pueden estar en camino hacia la maestría y han conseguido ciertos logros.


Como se dijo anteriormente, en la terminología técnica de esta ciencia un Santo o Maestro es aquél que ha alcanzado la quinta región, llamada Sach Khand, de los ocho planos principales que hay en total.


Un Sat Guru es un Santo que ha sido designado por el Señor Supremo para cumplir el deber de dar el NAM, o sea, la Iniciación, y de conducir a los discípulos de vuelta a su hogar en Sach Khand. Es pues, el ejecutivo oficial del Señor Supremo.


Un Param Sant o Santo Supremo es aquél que ha avanzado hasta el grado más alto posible, la región suprema del espíritu puro. Estos diversos grados solo pueden obtenerse por medio de trabajo arduo y desarrollo individual.


Los términos Maestro, Sat Guru y Santo se usarán en este libro como sinónimos, pero refiriéndose en todos los casos a quien ha alcanzado el estado excelso de Santo, elevándose hasta la quinta región con su propio esfuerzo y la ayuda de su Guru. El estudiante debe tenerlo siempre presente si quiere obtener una comprensión exacta de esta enseñanza. La palabra Santo, tal como se usa en este libro, no tiene absolutamente nada que ver con un santo canonizado de la Iglesia. Esos Santos fueron elevados a la santidad por decreto del Papa, mientras que los Santos auténticos lo consiguen con su propio y esforzado trabajo, bajo la dirección y con ayuda de sus Gurus. No hay otra manera de llegar a Ser verdaderos Santos.