9.
Reencarnación y Reconstrucción Social
En conexión con este gran hecho de la Naturaleza hay un problema de
vital interés para la sociedad en general. Es el hecho de que la
reencarnación y el karma ofrecen a la sociedad una base firme sobre la
que proceder en el tratamiento de toda clase de irregularidades humanas.
Dan la clave a los tribunales sobre los problemas de tipo criminal.
Ofrecen un principio operante en la aplicación de la ley de la justicia
a todos los delincuentes. Y, lo que es todavía de mayor importancia,
sugieren cómo puede mejorarse grandemente la sociedad estableciendo un
ambiente más saludable para sus infortunados miembros. Y, por último,
brindan las mejores indicaciones con respecto a los métodos para educar
y construir el carácter.
La primera sugerencia que se ofrece es la de que los débiles, los niños
con cuerpo de adultos, los mentalmente inclinados al crimen, deben ser
todos tratados por los médicos como enfermos más que como víctimas del
verdugo. No son enteramente responsables en su último estado de
degeneración. Muchos de ellos han dejado atrás desde hace mucho la
posición de responsabilidad personal. Es entonces cuando la sociedad
debe dar un paso adelante y aplicar métodos paternales, con el fin de
que su hijo pueda recobrar su salud normal. La sociedad no debería
espantarse nunca con la palabra nepotismo. Deja que se expresen los
rígidos hábitos ocultos. ¿Qué hay de malo que en la sociedad haga las
veces de abuelo para con un miembro débil de su familia? Es mucho más
humano que actuar como los salvajes que ejecutaban a los débiles. Es
mucho más meritorio y, ciertamente, acredita más al orden social hacer
el papel de abuelo que retroceder a la ley de la jungla. El primer
método es la cumbre de la civilización, mientras que el segundo es un
anacronismo en la larga lucha por la supervivencia del mejor dotado. Es
simplemente un residuo de la barbarie.
Debería hacerse
un ajuste de todos los sistemas educativos, de tal modo que se
fortalecieran los débiles, de igual modo que se robustece un músculo
débil con el ejercicio. Deben alentarse los buenos impulsos, al mismo
tiempo que podrían mantenerse a raya las tendencias destructivas
mediante la aplicación racional de la ciencia. Debería haber una ciencia
aplicada de la ética, igual que la de la agricultura.
La compasión debería ocupar el lugar del castigo vengativo, con la meta
de restaurar al individuo a su estado normal de salud. A estas alturas
ya deberían haber comprendido todos que todavía no ha mejorado nadie
jamás por medio del castigo. La experiencia universal de las
instituciones correccionales es la de que el criminal sale más
endurecido que nunca y más inclinado a la delincuencia. Ahora se siente
agraviado por la sociedad. Si un hombre sale reformado de la prisión, lo
cual ocurre en raras ocasiones, es a causa de su propia nobleza interior
y esa reforma se produce a pesar de la cárcel. Su mejor naturaleza
encontró tiempo para asentarse, a pesar de las tendencias de
endurecimiento de la vida en prisión.
El conocimiento de la reencarnación marcará una gran diferencia en
nuestro trato con hombres y animales. Nos enseñará que todos estamos
unidos por un vínculo kármico. No podemos maltratar a los animales ni
seguir matándolos para comérnoslos. Sabiendo que todos pertenecemos a
una hermandad común, esta gran verdad inspirará más amor y bondadosa
consideración hacia cada uno de los seres vivientes.
Todos estos puntos se comprenderán más claramente cuando recordemos que
ésta no es nuestra primera vida aquí, ni será la última, a menos que
encontremos un Maestro. Esta comprensión ayudará a los jueces y a los
educadores. Les mostrará cómo trae la gente a esta vida toda clase de
tendencias e inclinaciones que, de otro modo, no podrían explicarse.
Estas cualidades deben considerarse sobre una base razonable, teniendo
presente que la meta final es eliminar las tendencias destructivas de
los delincuentes, en vez de destruir a los delincuentes mismos. La
sociedad debe empeñarse en desarrollar ideales constructivos y el
mejoramiento del carácter. Solamente de esa manera puede construir, por
sí misma, una estructura digna de ser llamada la de un país civilizado.
La civilización y los gobiernos han cambiado de época en época, tomando
en cada una de ellas la forma que corresponde al desarrollo interno de
sus ciudadanos. Los Santos no enseñan sólo que hubo una Edad de Oro de
la que ha descendido la raza humana, sino que señalan también el factor
importantísimo de que dicho descenso ha estado marcado por una
degeneración gradual de la humanidad desde su gloria original, así como
que esta degeneración ha dado por resultado el establecimiento de
diferentes tipos de gobiernos y de órdenes sociales totalmente
diferentes. El Mahabharata (Santi LIX.14) dice:
En el principio no había ni estados ni gobernantes, ni
castigos, ni
nadie que los adjudicara. Se protegían unos a
otros por medio
de su rectitud innata (dharma) y un vivo
sentido de la
justicia.
Es un hecho, que será reconocido tarde o temprano, que reyes,
gobernantes, tribunales, jueces, sacerdotes, policías, abogados y los
castigos legales son todo señales de degeneración racial y no índices de
alto grado de civilización, como se inclinan muchos a creer. Nos
gustaría mucho seguir discutiendo este asunto más detenidamente, pero
éste es un tratado sobre el Sant Mat y no sobre educación y gobiernos.
La totalidad de la antigua literatura sagrada de la India enseña que los
reyes, los estados y las leyes civiles se produjeron a causa de la
degeneración de la humanidad. Por supuesto que ésta es una idea novedosa
para Occidente. Pero occidente haría bien en reflexionar sobre ella. Al
manifestarse más y más en la sociedad las tendencias malignas, tuvieron
que adoptarse algunos reglamentos para protegerla. Fue entonces cuando
se estructuró un sistema de leyes apropiado a la situación. Manu fue el
gran legislador de la India, corno lo fue Moisés para los Judíos. Las
leyes se acomodaron a las gentes y a los tiempos. Se estableció un
código de conducta definitivo, y un tipo de ley constitucional. En el
Manu Samhita (VII: 14-32) está representada esta ley como la voluntad
concreta de Dios, la base y el apoyo de la sociedad.
Es la piedra angular, el pilar del estado.
Es un viejo truco de los sacerdotes y los reyes enseñar a las
muchedumbres que lo que dicen ellos es la "voluntad de Dios". Da una
mejor impresión. Un código moral sirve a la voluntad de Dios,
restringiendo las tendencias malignas del hombre, protegiendo al débil
y, hasta cierto punto, desarrollando los impulsos más elevados e
inculcando ideales superiores. Ayuda entonces a la gente de buena
disposición a establecer una saludable auto-regulación, en sus propias
vidas. Si el estado o el individuo se gobiernan por este Código o ley de
la vida fundamental, tienen que seguir la ley divina.
El mejor golpe de suerte de los estadistas fue hacer que la gente
aceptara sus leyes como idénticas a la ley divina. Si un estado se
establece sobre la ley suprema estará en posición de llevar a cabo la
voluntad del Supremo. Éste fue en realidad el principio básico sobre el
cual acostumbraban los reyes a proclamar sus "derechos divinos". Pero
fue un mal uso de toda la idea de la ley de la vida. El auténtico Código
sólo podría ser una ley justa; tomaba en consideración tanto los
"derechos divinos" de la gente como los de los reyes. Ni siquiera un rey
podía infringir esa ley de derechos divinos.
No podemos dejar de señalar el hecho de que, al entrar la raza humana en
este declive en las normas de la civilización, hubo una transferencia de
gobierno del interior del hombre a los estatutos representados: en otras
palabras, de las normas morales profundamente cimentadas en la
conciencia íntima de la gente a las leyes escritas en los libros. Cuando
llegó el tiempo en que la ley fundamental de la vida no estaba ya en los
corazones de las gentes, sino en los libros, se había consolidado el
declive de la civilización. Cuando llegue el tiempo, si es que llega
alguna vez, en que se establezca de nuevo en la conciencia pública la
ley fundamental, desaparecerán los estatutos representados por los
tribunales, jueces y prisiones, como apéndices inútiles de un gobierno
más cuerdo.
La división du travail de que habla Durkheim es una comunidad en la que
cada uno de los ciudadanos comparte las responsabilidades comunes y las
recompensas de un buen gobierno. Y éste es el único gobierno estable y
justo, ya sea monárquico o democrático. Ésta era la clase de gobierno
que tenían en su mente tanto Platón como Manu. Pero sus ideas
encontraron expresiones diferentes en épocas diversas y entre los
distintos pueblos. Puede decirse que abarcan los ideales más elevados,
no solamente de Platón y de Manu, sino también de Moisés, Karl Marx y
Eugene Debs. El socialismo moderno es solamente una fase de la
antiquísima lucha por la realización de un gobierno civilizado. Creemos
que, cuando concluya por agotamiento esa larga lucha y haya alcanzado su
solución final, terminará la sociedad exactamente donde empezó, en la
Edad de Oro, sin ninguna clase de gobierno, salvo el que tenga por la
ley fundamental en los corazones de la gente.
La mayoría de los escritores modernos omiten llamar la atención hacia el
cambio gradual de los gobiernos y órdenes sociales y sobre la
degeneración progresiva de la humanidad. Siguen pensando excesivamente
en nuestra progresión desde las bestias de la selva; y tienen razón
hasta cierto punto. Pero hubo un período de descenso, que duró largos
siglos, antes de que empezara la era comparativamente moderna de
ascenso. El evolucionista no puede ver ese período anterior porque no
tiene suficientes datos a mano. Solamente los grandes Maestros están
familiarizados con ese período. Mucho después de que hubiera pasado la
Edad de Oro, y también la Edad de Plata, fue testigo de muchos cambios
degenerativos en la Edad de Cobre. Hicieron su aparición reyes y
sacerdotes y múltiples debilidades. A continuación llegó lentamente la
Edad de Hierro, marcándose con ella la marea más baja de la degeneración
individual y social. Durante ese período comenzaron a aparecer las leyes
modernas, los gobiernos y los reglamentos sociales. El anarquista tiene
razón en teoría. Sin embargo, para que prevalezca la anarquía con
equilibrio social sería necesario que toda la raza se convirtiera en
ciudadanos ideales, gobernados individualmente por la ley fundamental.
Su auto-regulación tiene que provenir de un corazón puro y de un amor
que lo abarque todo. Desgraciadamente, esa situación no es la que
prevalece ahora. Pero lo hará si llega alguna vez el tiempo en que todos
los hombres, habiendo grabado profundamente primero la Gran Ley en sus
corazones, se encaminen por el Sendero de los Maestros. ¿Nos atreveremos
a esperarlo?
Volviendo a nuestro punto de partida, el establecimiento de los
principios del Sant Mat, con pleno conocimiento de todo el plan del
karma y la reencarnación, debe esclarecer y hacer más razonable toda
filosofía. Sobre esta nueva interpretación de la ley fundamental se
establecerá un nuevo estado y un nuevo orden social, en los cuales cada
uno de los hombres, mujeres y niños recibirá el mejor trato y
protección, buscando en cada caso lo mejor para ellos. Y la nota
predominante de esa filosofía será el amor: y el del amor es el Sendero
de los Maestros.
Por último, conociendo la ley de que cada uno tiene que cosechar lo que
siembra y que nunca podrá escapar de ella, ningún ser racional
continuará maltratando sin piedad a su prójimo, ni dejándose llevar por
las bajas pasiones. Eso equivale a suicidarse. Ningún hombre en su sano
juicio se hace daño a sí mismo. Esta gran ciencia de los Maestros nos
enseña que hacer daño a otra persona es únicamente otra forma de
suicidio.
10. El Karma y la Naturaleza del Mal
El karma está ligado a todas las formas
de pecado y maldad, así como a las de rectitud.
PECADO - RECTITUD -KARMA
Estos tres conceptos no pueden separarse. Tanto el pecado como la
rectitud crean karma. Puede ser útil estudiarlos un poco más
cuidadosamente. En la literatura sagrada de la India dharma, rectitud,
es obrar bien, obedecer la ley, y esto significa hacer "lo que uno tiene
que hacer". Adharma, incorrección, es desobedecer la ley del dharma.
Estas mismas enseñanzas se encuentran en todas las religiones. La Ley de
Moisés, el Octuple Sendero de Buddha, la Voluntad de Alá, en una
palabra, los mandamientos de Dios; no importa qué nombre se le dé al
sistema: todos son lo mismo. En resumidas cuentas, hacer lo que está
escrito en la ley se considera como rectitud. Desobedecerla es pecado.
Pero en ninguna parte se explica lo que son el pecado y la rectitud per
se, y es que todo el mundo se guía por un libro de leyes. Nadie, excepto
los Maestros, ha intentado decir lo que es la sustancia del mal o el
contenido esencial de obrar correctamente. Cuando llegue el tiempo en
que la humanidad busque la ley fundamental dentro de su propia alma y no
en un libro, se evitarán todas estas dificultades.
Sólo mediante las enseñanzas de los Maestros puede saberse por qué
cierta conducta es errónea y se prohibe, mientras que otra conducta es
buena. Nadie más nos lo ha dicho nunca. Esto es ir al fondo del
problema, pero ninguna religión ha actuado así. Simplemente escriben sus
mandamientos en un libro y asignan castigos por violarlos. Casi todas
resumen el asunto diciendo: "Haced la voluntad de Dios". Y, cuando
investigamos más de cerca la cuestión, nos encontramos con que esos
mandamientos se asumen como voluntad de Dios. ¿Quién puede decirnos
exactamente lo que es la voluntad de Dios? Por supuesto, los sacerdotes,
los profetas y los reyes. Pero, si ponemos en duda sus credenciales para
hablar en nombre de Dios, nos insultan. Si se les pregunta por qué es
mala cualquier cosa, como robar, por ejemplo, darán muchas razones, pero
no la fundamental. Pregúntale a alguno de ellos por qué está prohibido
en los Diez Mandamientos o en cualquier otro libro de leyes. Y eso es lo
más lejos que puede ir. ¿En qué consiste que sea mala una acción? De lo
escrito no puede obtenerse ningún concepto claro de la naturaleza
fundamental de estas transacciones.
Pero en todas las discusiones que pretenden tener carácter científico
deben considerarse estos profundos problemas. De otro modo, únicamente
oscureceremos el asunto, terminando por donde comenzamos, en un
laberinto de palabras sin sentido. La ciencia de los Maestros puede
ofrecer una definición exacta de todos los términos relacionados con la
ciencia y llegar hasta lo más íntimo de la cuestión que se quiera
discutir. Por esa razón estamos procurando ofrecer aquí principios
fundamentales en vez de definiciones o reglas superficiales. El lector
puede determinar a continuación sus propias reglas y leyes. El primero
de estos principios fundamentales es el que explica lo que es
esencialmente malo o erróneo y es el siguiente:
Cualquier cosa que lleve la cualidad o el carácter de
cualquiera de las cinco pasiones
negativas, o que en
cualquier forma obstaculize o retrase
al alma en su
progreso hacia la libertad espiritual,
está mal. Cualquier
cosa que eleve la conciencia, está
bien.
Este principio puede elaborarse a conveniencia del lector.
Otro principio guía es:
Para mantenerse en el sendero del progreso espiritual
debe conservarse la mente en su centro,
detrás de los ojos;
cualquier acto que la arrastre por
debajo de ese punto
retrasa el progreso y puede
considerarse, por lo tanto,
una mala acción.
No debemos olvidar que el autor de la acción no es el único a considerar
en cualquier estudio de conducta correcta o errónea. Deben ponderarse el
que la hace y el que la recibe. Si cierto acto produce el efecto de
retrasar a cualquier otra persona en el Sendero de la liberación
espiritual, ese modo de actuar debe reputarse erróneo. El resumen de la
cuestión es, simplemente, que no debe impedirse a nadie el camino hacia
la Luz. Cualquier acción que produzca el efecto de ayudar a otro en su
progreso espiritual puede ser considerada como buena. Lo que se debe
tener en cuenta principalmente es que el resultado final sea provechoso
para todos los interesados en el asunto.
No te dejes engañar por esa antigua pero errónea máxima: "lo mejor para
la mayoría". Ésa es una de las más desafortunadas afirmaciones que han
alcanzado notoriedad. Suena muy plausible, pero es sumamente engañosa.
Se ha usado durante siglos para justificar el homicidio en nombre de la
sociedad. No hay nada que pueda ser moral o bueno si para ganarlo tiene
que ser sacrificado un sólo individuo. ¿Quién va a atender a la víctima?
¿Quién le compensará por privarle de sus derechos naturales? Si alguien
abusa de su libertad o de sus privilegios podrán confiscarse esa
libertad y esos derechos o privilegios, pero de ninguna manera, ni bajo
ningún pretexto, se le debe privar de la vida. La sociedad puede
quitarle y devolverle la libertad, pero no puede devolverle la vida. Aún
más, no se necesita un sacrificio así para proteger a la sociedad.
Por último, ¿qué es el mal en sí mismo? Creemos que no hay mejor
definición que la ofrecida por algunos sabios estudiosos de Oriente y
Occidente, que dicen: El mal es solamente un bien menor. En otras
palabras, no existe tal cosa como el mal per se. Tal vez pueda
encontrarse una afirmación más clara de la misma verdad en la expresión:
"El mal es solamente una sombra, una luz más escasa". La sombra ilustra
bien la naturaleza de eso que tanto nos perturba, sobre lo cual hablamos
tanto y sabemos tan poco. Analicémoslo.
Una sombra es simplemente menos luz. Nada más. En la oscuridad total no
hay sombras. La oscuridad total no es nada. Tampoco hay sombras en la
luz perfecta. Pero, si algo obstruye una parte de la luz, tenemos una
sombra. Hay una mancha o superficie donde hay menos luz que la que
brilla a su alrededor. Eso es una sombra. La conclusión final de todo
este asunto es que, igual que una sombra es menos luz, el mal es
asimismo un bien menor. Sentimos dolor cuando el bien es menor porque
anhelamos el bien perfecto. Se introduce un ego mal guiado, hasta quedar
en primer término, y obstruye la luz perfecta. Creo que podemos dejar a
juicio del lector los detalles de cómo sucede esto. No será difícil
analizarlos.
Es lógico deducir que la cura para todo mal es la luz sin
interferencias. Cuando esto ocurre, como en el caso del Maestro, se
desvanece todo mal tal y como la oscuridad desaparece ante la perfecta
luz del sol.
11. El Amor, Llave Maestra
del Reino
Una de los aspectos
más asombrosos en todos los fenómenos de la labor de los Maestros y que
más dan que pensar es cómo se reúnen a sus pies los más humildes. ¿Cómo
es que han podido encontrarle ellos, cuando han fallado tantos millones
de la llamada "gente bien" del mundo? ¿Cómo acudieron ellos, que
entienden tan poco? ¿Qué es lo que les movió a buscar la liberación
espiritual cuando escasamente saben hacer algo más que comer, dormir, y
trabajar un poco? Es dudoso que muchos de ellos tuvieran la más mínima
idea de lo que buscaban. ¿Qué les ha empujado interiormente, lanzándoles
a tan extraña búsqueda? La llama de su inteligencia es muy reducida. He
aquí un misterio divino. Lee despacio la siguiente sugerencia, a fin de
que no se te escape el punto principal.
La clave de todo ese misterio es la gran misericordia del Supremo; eso y
el gran amor de esta gente. Recuerda que lo mejor de este mundo no es
cuestión de cerebros superiores; no tenemos que colocarnos sobre un
pedestal porque tengamos más intelecto que otros. Conocí una vez a una
pareja extraña: un hombre y un perro. El perro era uno de los animales
más amables y cariñosos, pero el hombre era un réprobo vulgar. Al verles
juntos y ser testigo de la desinteresada devoción del perro, no era
difícil decir cuál de los dos tenía un alma superior. De la misma
manera, algunos de los seres humanos más pobres y de peor apariencia
pueden tener almas superiores.
Deberíamos recordar que nadie llega al Guru hasta que le lleva su buen
karma. De modo que estas pobres gentes deben tener una gran cantidad de
buen karma, aún cuando las apariencias no parezcan indicarlo. Su buen
karma no se utilizó en adquirir riqueza y una alta posición en el mundo,
sino en asegurarse algo muchísimo más importante, el darshan, "encuentro
y contemplación" con el Sat Guru cara a cara. No vinieron a vivir en
ambientes prósperos y con cuerpos hermosos, sino con una herencia de un
valor infinitamente más grande: la del amor, una capacidad de amar como
la de ese pobre perro, una herencia que les trajo directamente hasta los
pies del Maestro. Tenían solamente la idea de que un Maestro amoroso les
elevara por encima de las miserias de este mundo. Esa idea era todo lo
que necesitaban. No precisaban saber nada más. Aún cuando no tengan
ninguno de los bienes de este mundo y hayan venido como los más humildes
de los mortales, su buena fortuna es muy grande. Encontrar el camino
hasta el Guru es mucho mejor que haber nacido emperador.
Pero mirad a esta gente. ¿Dan la impresión de que les haya sonreído la
fortuna? Algunos de ellos tienen cuerpos mal formados, otros están mal
desarrollados y con facciones distorsionadas; algunos con caras que
apenas si parecen humanas, consumidos y macilentos, fatigados y con
aspecto de viejos a los veinte años. Si son ancianos, se ve estampada en
ellos la pobreza y la miseria de siglos. Les haces una pregunta que
requiera una respuesta intelectual para contestar y recibes por
respuesta una mirada vacía. ¡Cómo se parecen al "Hombre de la Azada" de
Millet! Edwin Markham debería estar aquí para retratarlos con palabras.
Pero Edwin Markham echa la culpa a la tiranía de los gobiernos por esas
gentes macilentas y esa luz extinguida. Es un error. Cada hombre ha
hecho de sí mismo lo que es, a pesar de los errores de los gobiernos.
Con esa apariencia de pobreza, esa gente está entre los más afortunados
de los hombres. Han salido de la oscuridad para ser hijos privilegiados
del Rey de reyes. Han encontrado la ruta directa al palacio de su Padre.
¿Qué es lo que les ha traído tan buena suerte? Su amor. Una vez más, te
preguntarás cómo es que estos pobres y humildes han llegado hasta el
Satguru, cuando lo han ignorado tantos millones de personas de las más
privilegiadas y del más alto relieve, con mentes muy agudas y críticas.
O si les interesa, ¿por qué no parecen tener oportunidad de encontrarle?
¿Cómo sucede esa paradoja en la vida? La misericordia y el amor. La
misericordia del Supremo y el amor de los humildes. Ser capaz de amar es
una cualidad más noble que ser capaz de gobernar. Esa pobre gente no
tiene nada, pero tiene la riqueza del amor.
Mientras que viajas en hermosos automóviles, estas humildes gentes
caminan fatigosamente sobre los polvorientos caminos, con los miembros
doloridos, cargando con algo sobre lo que dormir y unos mendrugos de
pan. Unos caminan durante dos, tres o cuatro días, empeñados a toda
costa en ver a su amado Maestro. Algunos de ellos no pueden ni siquiera
pagar un boleto de tercera clase, pero están decididos a estar en el
satsang de cada mes y sentarse ante el Maestro. Hoy existe una gran
concurrencia, tal vez doce mil. Aquí se mezclan estos pobres y
humildes con los ricos y cultos. Les observo. De pronto, esa cara sin
brillo pierde su inexpresión. Una ráfaga de luz cambia su entera
apariencia. Sonríen; toda su cara se ilumina y se llena de alegría. Unen
las manos. El Maestro ha llegado. Le miran atentamente, como en éxtasis.
Se agita gozoso su entero ser, ¡Es su Sat Guru, la luz del mundo! ¡Eso
es amor, adoración, devoción! No importa lo pobres que hayan venido a
este mundo como hombres: ahora son multimillonarios en amor.
Sabemos que el amor es la llave maestra del Reino de los Cielos. Puede
que la conducta de unos cuantos de ellos sea algo dudosa a veces, pero,
después de todo, son solamente "hijos pequeños de la ley". Siempre
existe ese doble aspecto del carácter, que es muy difícil de erradicar
aún entre los tipos más elevados de hombres. El otro aspecto está
formado casi por completo de un gran amor. Humildes y sencillos, con
mentalidad de niños pequeños, semejantes personas no tienen ningún
impedimento para llegar hasta el Maestro, al contrario de los sabios
mundanos. Jesús dijo que, si los hombres no se hacen como niños, no
entrarán en el Reino de los Cielos. Amor, fe y humildad: ésas son las
virtudes que tiene esta gente pobre y humilde.
El amor permitirá tu entrada en los mundos celestiales. El amor es la
moneda de oro que se usa en esos mundos. Esa clase de amor ha atraído a
esta gente hasta el Maestro. Les ha abierto las puertas que permanecen
cerradas para los egoístas y los vanidosos. Puede que aquí sean mendigos
y andrajosos, pero allí son los príncipes del Reino.
¡Qué cosa tan enorme es el amor! Pienso que ningún hombre puede
describirlo. Nadie lo entenderá nunca hasta que llegue al reino del
amor. Si nuestro buen karma no nos trajera otra cosa a través de los
siglos que la capacidad de amar, no sería en vano el sufrimiento ni los
esfuerzos para ir cuesta arriba. El amor del alma más humilde es algo
tan grande que, no sólo eleva y ennoblece a ese individuo, sino al resto
del mundo. Toda la vida humana del planeta se sublima y, hasta cierto
punto, se purifica por el amor de un alma noble. Si no fuera por el amor
que hay en el mundo, la estructura entera de la vida humana y animal se
desmoronaría, hasta caer en la oscuridad y el caos. Toda persona que ama
con pureza e inegoísmo, aunque sea mínimamente, contribuye en esa medida
a la elevación de toda la humanidad.
Hay una pregunta que se formula a menudo: "Cuando se haya aclarado toda
esa niebla, cuando uno de estos pobres y carentes de educación, se
hallen junto a grandes sabios intelectuales en las brillantes playas de
Sach Khand, ¿qué diferencia habrá entre ellos? ¿Qué ventajas tendrá el
sabio sobre el otro? La contestación es: absolutamente ninguna. Su
intelecto no ha llevado a ese hombre hasta Sach Khand. El intelecto
nunca ha llevado a nadie hasta las regiones superiores. El amor y
solamente el amor: el amor y la ayuda del Maestro.
La mente llega sólo hasta la segunda región, donde se descarta como algo
inútil. Cuando el alma de ese pobre ser humano, esté al lado de un
Emerson o un Platón, no habrá ninguna diferencia entre ellos en esas
hermosas playas. Ambos son gotas del mismo Océano Infinito y todo ese
Océano es Amor. Sólo amor. Espíritu puro y amor puro. No hay una sola
gota de mente en todo ese Océano. No hay intelecto. Nada del hombre
común del mundo, salvo espíritu: ¡Solamente el alma pura y un amor
ilimitado!
Capítulo Ocho
LA EXISTENCIA DE MUNDOS SUPERIORES
1.
Un Nuevo Concepto del Universo
Para la mente Oriental no hay nada de asombroso o de novedad en la idea
de mundos superiores o internos. Están acostumbrados a esas ideas desde
hace incontables siglos. Tampoco dudan de la capacidad del hombre para
acceder en vida a esos mundos sutiles. Simplemente tiene que estar
calificado bajo un Maestro que haya logrado hacerlo. Oriente ha tenido
esas ideas y muchos de sus mahatmas las han desarrollado por experiencia
personal durante innumerables miles de años. No solamente han
desarrollado esas ideas y las han practicado y experimentado, sino que
las han reducido a una ciencia exacta. Esto se hizo mucho antes de que
fuera escrita la primera página de la historia.
La terminología técnica de esta ciencia en Sánscrito es un mudo
testimonio de su autenticidad y, en algunos aspectos, también de su
antigüedad. En este volumen se han usado muchos términos en Sánscrito,
ya que no ha sido posible evitarlo. En cierto modo es una lástima. Mucha
gente pone objeciones a que se use el Sánscrito en un libro escrito en
nuestro idioma, pero no se da cuenta de las dificultades que se
presentan al tratar de prescindir del mismo. ¿Intentarías escribir un
libro de medicina sin hacer uso de las palabras correspondientes en
Latín o Griego? En un tratado sobre una ciencia que es más exacta y
precisa que la de la medicina no podemos dejar a un lado los términos
técnicos. En esa antigua lengua existen términos para designar y
distinguir hasta las más insignificantes variaciones de significado
propias de casi todas las posibles experiencias sicológicas y
espirituales del hombre. Ésta es una prueba concluyente de que la
sicología y las experiencias espirituales ya se habían reducido a una
ciencia cuando el Sánscrito era un lenguaje hablado en período de
formación. Hoy en día el Sánscrito tiene la misma relación con la
ciencia espiritual que el Latín o el Griego con la medicina o cualquier
otra ciencia física.
No obstante, lo que nos concierne ahora más es la idea en sí. Recuerdo
que cuando era joven me tomó cuatro o cinco años convencerme de que
existieran mundos interiores o mundos sutiles por encima del mundo
físico y de que había la posibilidad de aprender algo digno de confianza
con respecto a ellos. Debido a mi antiguo entrenamiento ortodoxo, el
concepto mismo era casi excesivo para mí. Me parecía un sueño
fantástico, la más rematada locura de una mente desequilibrada. Pero en
Oriente no es así y, que yo sepa, nunca lo fue. Siempre han tenido esa
idea.
La meditación, ver y oír cosas dentro de uno mismo. El trance, el
samadhi, dejar el cuerpo para irse a viajar por mundos superiores y
sutiles, son todas ideas perfectamente normales para la mente Oriental.
Llevarlo a cabo se ha dejado generalmente para aquéllos especialmente
cualificados. Sin embargo, los Maestros nos dicen que el Camino está
abierto a cualquier hombre para hacer esas cosas, si se entrena para
ello. Todo esto es para Occidente más o menos extraño, anormal y
fantástico. A menudo se atribuye a alguna peculiaridad mental o a un
estado patológico del cerebro y del sistema nervioso. El práctico hombre
Occidental mira estas cosas como producidas por un estado morboso de
excitación mental, más o menos insana. Por supuesto, no acceden a
reconocer que esas experiencias pueden ser reducidas a ciencia. Kippling
pudo haber estado en lo cierto cuando dijo:
Oriente es Oriente y Occidente es Occidente, y nunca se unirán.
No obstante, será un día muy afortunado, tanto para Oriente como para
Occidente, aquél en que uno imparte al otro la enorme riqueza de ambos,
cuando Occidente dé a Oriente su magnífico espíritu científico y sus
métodos, sus maravillosos logros en manufacturas, comercio e industria
y, sobre todo, su espléndido y magistral movimiento de avance en todo
cuanto produce mejoras materiales. Occidente absorberá de Oriente su
método científico de demostraciones mentales y espirituales. La
sicología de oriente es tan necesaria en Occidente como la ciencia de
éste en aquél. Hoy en día Occidente considera tener una sicología; ni
siquiera piensa que exista una ciencia del alma.
Pero lo que queremos destacar es la importancia del punto de vista
Oriental con respecto al espíritu y la mente. La mera idea de "ir hacia
dentro" de uno mismo y ver y oír ahí cosas de las llamadas ocultas o
experimentar un estado de superconciencia, con el resultado de un
super-refinamiento de la mente y del alma, es difícil de entender para
el pensamiento Occidental. Y es debido a que todo eso es nuevo para
Occidente. Nunca ha sido para nosotros una rutina diaria, como lo ha
sido para ellos. Mucho antes de los tiempos de Herodoto, y aun de Manu,
ya era familiar este asunto a todos los niños de Oriente. Entre
nosotros, aun hoy en día, tales nociones se limitan a hombres y mujeres
que, por lo general, son llamados poco prácticos, soñadores o
visionarios.
También es un hecho histórico, aunque casi completamente ignorado, que
casi todas las religiones, en todos los tiempos, han tenido sus propios
métodos de meditación silenciosa y de acceder dentro de uno mismo para
desarrollar experiencias interiores. Y todas han logrado algo en este
sentido. De esas experiencias han surgido las diversas religiones. Los
devotos de cada una de las religiones que hay en el mundo han
encontrado, hasta cierto punto, las fuentes de la vida interior. Y esto
es verdad tanto en la historia Cristiana como en las demás religiones.
Entre los Cristianos más modernos se ha perdido el método de entrar
dentro de sí mismo, como ha ocurrido también entre los fieles de otras
religiones. Solamente los Santos de Oriente han conservado vivo este
conocimiento y lo han transmitido como ciencia pura. Sin embargo se
pueden encontrar experiencias aisladas aquí y allá entre los devotos de
todas las religiones, pero son más o menos esporádicas e inciertas,
tanto en el método como en los resultados. No había sistema para enseñar
a los demás cómo hacerlo. La gran mayoría de la humanidad ha olvidado
que los seres humanos tienen alma o, dicho más apropiadamente, que son
almas.
No debemos suponer nunca que la civilización es la causante de la
disminución de esas experiencias. Es más bien una terrible pérdida que
se ha impuesto la civilización por ignorancia y propia complacencia.
Está pasando por un período en el que se le da una super-importancia a
los valores materiales pero, cuando surja una que entienda tanto los
valores materiales como los espirituales y que combine a ambos,
llevándolos hacia adelante uno al lado del otro, será el nacimiento de
una nueva civilización que superará a la presente.
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