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APÉNDICE I
VIVIR VERDADERAMENTE



La vida en la tierra, tal como la tenemos, ejerce una influencia tremenda sobre la construcción del cuerpo y la mente. Tenemos por lo tanto que esforzarnos por simplificar la vida y aprender a vivir en verdad. De la vida verdadera depende todo lo demás, aun la búsqueda del ser y del Ser Superior. La importancia de vivir verdaderamente nunca será lo suficientemente enfatizada.
 

Con razón se ha dicho:

La verdad está por encima de todo, pero más
elevado aún es vivir verdaderamente

Vida sencilla y elevado pensar ha sido siempre un ideal de nuestros antepasados, quienes siempre lucharon por alcanzarlo. En la época moderna rara vez pensamos en esto, aunque a veces lo profesamos y alabamos de palabra. Aunque parezca difícil lograr el más elevado tipo de vida, merece la pena ver lo que ello implica: la manera y los medios que puedan ser conducentes a lograrlo y adoptarlo para nosotros. En cualquier cosa que hacemos, siempre colocamos un objetivo ante nosotros, indagamos los principios involucrados, estudiamos los métodos que puedan conducir a la meta deseada y finalmente hacemos un examen periódico, un recuento completo, para descubrir cuánto nos hemos acercado al fin propuesto. En relación con esto, tenemos por supuesto, que dedicar una atención concentrada y hacer un esfuerzo sincero que, día en día, antes de poder notar un adelanto apreciable en nuestra vida y conducta, tanto en relación con nosotros mismos como con los demás que nos rodean.

¿Qué es lo que constituye la vida del ser humano? Es una pregunta que uno haría naturalmente. El anciano, con una gran experiencia de la vida y hastiado de lo que ha visto y experimentado en el mundo, se vuelve hacia el auto-análisis de la vida. ¿Consiste la vida únicamente en comer, beber, dormir, tener hijos, temer, agitarse y luchar; arrebatar, acumular y odiar; en impresionar y subordinar a aquellos que nos son inferiores (en fortaleza física o mental) y en matar a otros y quitarles a otros sus posesiones?

¿Tenemos que pasar nuestros días disfrutando de las ganancias terrenales mal habidas, sin otro logro final que morir una muerte miserable, con tristezas para nosotros mismos y para quienes nos rodean, los seres queridos que impotentemente aguardan y se lamentan? Además, ¿Qué decir de las atracciones mundanas -tierras, edificios, dinero, animales domésticos y otras incontables posesiones- que por fuerza tenemos que dejar atrás, y en contra de nuestra voluntad? Ante la dureza de estos hechos de la experiencia ¿Ha de ser la acumulación de riqueza mundana nuestro único propósito, el principio y fin de nuestra existencia, o deberíamos luchar por algo más elevado y más noble, permanente y perdurable, que pueda permanecer con nosotros aquí y en el más allá? La respuesta es sencilla: la potencia todopoderosa, única fuente original y manantial de toda vida, nuestro hogar de felicidad y paz eterna, y el medio para nuestra liberación de la temible esclavitud de nacimientos, muertes y Karmas, debería ser el objetivo principal y la única cosa digna de anhelo y logro, puesto que es el bien supremo, (summum bonum) de la vida.

La más elevada meta, como se ha afirmado antes, no puede alcanzarse con sólo pedirlo o desearlo. Para alcanzar la meta más elevada, debemos primero buscar y encontrar a alguien que pueda ayudarnos prácticamente a lograrla; quien haya por sí mismo alcanzado y ganado el Reino de Dios y pueda ayudar a otros a hacer lo mismo.

Así como la luz viene de la luz, la vida viene de la vida. El nos recordará constantemente nuestro hogar olvidado hace tánto tiempo, el Jardín del Edén, provincia ahora perdida para nosotros; y luego nos mostrará nuestras faltas en la vida diaria y, finalmente, nos ayudará a llevar una vida súper-activa de verdadera pureza, en vez de la existencia superficial y vana que llevamos ahora.

Este mundo es una casa llena de humo y hollín, donde uno no puede menos que tiznarse aquí y allá, aunque se mantenga alerta y a pesar de todos sus esfuerzos por escapar de ello. Ahora bien, estas tiznaduras y manchas, profundas, densas e innumerables, siendo como son y que impregnan el patrón mismo de nuestra vida, no pueden limpiarse con nuestros esfuerzos propios sin guía y ayuda. Cada persona es impulsada por la fuerza propulsora de su naturaleza a desempeñar su parte en el escenario de la vida y participar en actos vanos que a nada conducen, a menos que se cuente con la mano conductora de algún Alma Maestra que dirija nuestros barcos con seguridad a través de los bancos de arena, y bajos peligrosos. Tal divino asistente es un piadoso Santo, a quien se puede llamar Guru (o porta-antorcha), instructor, Satguru (divino Santo que es uno con la Verdad), Murshid-i-kamil (un Maestro perfecto), Hadi (gula), un hermano, un amigo, un anciano o con cualquier otro nombre que uno quiera.

Un análisis ulterior mostraría que la vida del ser humano depende mayormente de dos cosas principales: Ahar (su dieta) y Vihar (las relaciones con sus semejantes y otros). Estas cubren el programa de la vida de una persona. En ambas esferas se actúa con tradición o por la limitada información obtenida de los libros o por lo que se oyó decir. Ellas forman la base de donde el hombre obtiene su patrón o molde de cultura y civilización, que se incrusta en él y ocupa su mente e intelecto.

Rara vez existe algún curso de sentido común que guíe al ser humano sistemáticamente en su vida física, mental o espiritual. Para escapar de este caótico estado, uno time que desmenuzar y analizar el asunto hasta en sus partes componentes más elementales. Se necesita un esmerado análisis para moldear la vida en su triple aspecto: físico, mental y espiritual.