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hai Manjh
un
hombre no
solamente rico, sino |
que
era además un
terrateniente que poseía una aldea. Era un adorador de la tumba del Santo Sakhi Sarwar. Sucedió que un día tuvo oportunidad de
escuchar un
sermón dado por el Maestro Guru Arjan y las palabras del Guru
hicieron en él tan profunda impresión que le rogó le fuera concedido
el don de la Iniciación.
“¿A quién sigues tú actualmente?”. Preguntó el Guru.
“Señor,
soy un devoto de Sakhi Sarwar”, replicó Manjh
humildemente.
“Te concederé la iniciación después de que hayas ido a tu
casa y hayas desmantelado completamente el cuarto que has dedicado a
este culto”, dijo el Guru.
Manjh corrió a su casa cuán rápidamente pudo y ladrillo por
ladrillo, demolió el cuarto. Un cierto número de personas que se
habían reunido a mirar, le advirtieron solamente:
“Bhai Manjh, tendrás que pagar duramente por la profanación
de este lugar sagrado. No quisiéramos encontrarnos en tus zapatos”.
“Lo hecho, hecho está”, replicó Manjh atrevidamente, “Y
estoy listo para sufrir cualquier consecuencia”.
Cuando regresó a donde el Guru Arjan, éste, considerándole
apto, le concedió la Iniciación.
Pero, era su destino el ser sometido a pruebas mayores y
más duras. Pronto, su caballo murió. Y luego, sus bueyes. Entraron
ladrones y se llevaron muchas de sus posesiones. Entonces, la gente
empezó a decirle:
“Esto es el resultado de la falta de respeto demostrada a
Sakhi Sarwar. Debes ir y reconstruir el templo en tu casa”.
Nada de esto preocupó en absoluto al Bhai Manjh. A todos y
a cada uno dijo:
“No me preocupa lo que suceda. Mi Guru es omnisciente y él
sabe lo que es mejor. Nadie me hará cambiar mi creencia en eso”.
Pero una desgracia era seguida de otra, y antes de mucho
tiempo, Manjh no solamente no tenía nada, sino que debía dinero a
varias personas, éstas, demandaron pago inmediato diciendo: “O nos
pagas inmediatamente, o abandonas la aldea”:
Al mismo tiempo, muchos de sus antiguos amigos le rogaban:
“Si tan solo reconstruyeses el templo, las cosas cambiarían
ciertamente para mejor”.
Pero no, Bhai Manjh permanecía inmutable y prefirió
abandonar la aldea. De manera que, él, su mujer y su hija empacaron
las poquísimas pertenencias que les quedaban y buscaron refugio en
otra aldea. Como había sido siempre un rico, terrateniente, Bhai
Manjh nunca había tenido que aprender un oficio. Pero ahora le era
necesario ganar algún dinero y empezó a ganarse la vida, cortando y
vendiendo hierba.
Pasaron varios meses de esta manera y, un día, el Guru
Arjan envió a Bhai Manjh una carta que le fue entregada por uno de
los discípulos. A éste, el Guru le había dicho:
“Por favor, asegúrate de pedir veinte rupias como una
ofrenda de Bhai Manjh antes de entregarle la carta. Si él no te
paga, trae la carta de vuelta”.
Bhai Manjh se sintió feliz de ver la carta, pero no tenía
dinero con que pagar las veinte rupias, pidió consejo a su mujer y
esta le dijo:
“Voy a llevar mis adornos y los de mi hija a donde el
joyero y veremos cuánto me da por ellos”.
El joyero ofreció exactamente veinte rupias. De manera que,
Bhai Manjh pagó el dinero, recibió la carta, la besó, la elevó hasta
su frente y la apretó contra su corazón. Cuando hubo completado
estas devociones, entró en éxtasis.
Pasaron dos años y el Guru envió una segunda carta a Bhai
Manjh por la que este tenía que hacer una nueva ofrenda de veinte
rupias. Nuevamente, Bhai Manjh no tenía dinero. Pero recordó que el
Jefe de la aldea había pedido una vez a la hija de Bhai Manjh como
esposa para su hijo. Envió pues, a su mujer a donde el jefe de la
aldea diciéndole que ofreciera a su hija en matrimonio, aunque el
hombre era de clase baja y que le pidiera veinte rupias como dote en
matrimonio.
El jefe de la aldea pagó de muy buen agrado y Bhai Manjh
pudo recibir su carta.
Pero el Guru quería probar más aún a Bhai Manjh y le dijo
al discípulo:
“Ve a donde Bhai Manjh y pídele que se presente en mi
Corte”.
Manjh se puso de inmediato y alegremente en camino a la corte de su
Guru. Allí, él, la mujer y la hija se pusieron a trabajar en la
cocina, limpiando los utensilios y cortando madera.
Después de unos pocos días, el Guru preguntó:
“¿En dónde toma Bhai Manjh su alimento?”.
“Come junto con el resto de nosotros, obteniendo su alimento de la
cocina gratuita de la comunidad”, replicaron los discípulos.
“Me parece, dijo el Guru, que Bhai Manjh no está haciendo un
verdadero servicio, porque no debería esperar nada a cambio de su
trabajo. El nos está cobrando un sueldo que devenga en forma de
alimento”.
Cuando Manjh oyó esto de boca de su mujer, le dijo:
“Yo no quiero nada en retorno por el servicio a mi amado Guru quien
me ha dado el don sin precio del Naam. Vamos a buscar nuestro
alimento de alguna otra manera”.
Desde ese día en adelante, Bhai Manjh iba cada noche al bosque a
cortar madera. Vendía la leña en el mercado y usaba el dinero así
ganado para comprar alimento. Durante el día, él y su familia
trabajaban en la cocina como antes.
Algún tiempo después, una noche que Bhai Manjh había ido al bosque a
cortar leña, se desencadenó una tremenda tempestad de viento. Manjh
luchaba valientemente contra el viento, era tan fuerte que hizo
perder el equilibrio a Manjh y lo precipitó de cabeza dentro de un
pozo junto con su precioso atado de leña.
Todo lo sucedido era ya conocido por el Guru. De manera que cuando
Manjh cayó dentro del pozo, reunió a algunos de sus discípulos y les
dijo:
“Rápido, consigan una tabla, una cuerda y síganme al bosque”.
Cuando llegaron al bosque, el Guru dijo a uno de sus discípulos:
“Bhai Manjh está en el fondo de ese pozo. Grítale y dile que vamos a
bajar la tabla atada a una cuerda, que se agarre de la tabla y que
lo sacaremos”.
El discípulo hizo esto, pero agregó además unas palabras que el Guru
le había dicho en privado.
“Hermano, ve en qué condición tan lastimosa te encuentras. Todo se
debe a la forma en que te ha tratado el Guru. Porqué no te olvidas
de un Guru que hace semejantes cosas?”.
“¿Por qué?” gritó Manjh. “¿Olvidar
al amado Guru? Nunca. Y en lo que
a ti respecta, ingrato, te ruego que nunca vuelvas a hablar del Guru
en forma irrespetuosa en mi presencia. Me duele escuchar palabras
tan vergonzosas”.
Luego, Manjh pidió que fuese sacado su atado de leña primero.
“Sacad la leña, dijo. Porque es para la cocina del Guru. No quiero
que se moje porque de lo contrario no quemará bien”.
La leña fue sacada y luego, Bhai Manjh mismo fue sacado del pozo.
Cuando se encontró cara a cara con el Guru, este le dijo:
“Hermano, has pasado por muchas pruebas y todas las has encarado con
valentía, fe y devoción por el Satguru. Como recompensa, me será
grato darte si lo quieres, el reino de los Tres Mundos.
Pero Bhai Manjh dijo:
“Oh Guru, mi Amado Guru, este es el Kali Yuga. La Edad de Hierro y
en ésta época, no hay nadie que tenga la fuerza necesaria para
soportar las pruebas del Satguru. Por lo tanto, mi única solicitud
es que de aquí en adelante, los discípulos no sean expuestos a
semejantes pruebas”.
Esto llenó al Guru de complacencia, pero todavía quería darle una
recompensa tangible a Manjh.
Ante esto, Bhai Manjh cayó de rodillas ante su amado Guru y con
lágrimas rodándoles por las mejillas exclamó:
“Que don puedo yo desear, mi Guru, sino solamente a ti?. Solamente
te quiero a ti. No hay nada más que pudiera tener interés alguno
para mí.
Al escuchar estas palabras nacidas del corazón, el Guru abrazó a
Bhai Manjh y dijo:
“Manjh es el amado de su Guru,
y el Guru es el único amor de Manjh:
Manjh, ahora, como el Guru,
es un barco
Que lleva a la gente a salvo a través
Del océano de lo fenoménico”.
“Concédeme el don de la devoción, Oh mi Guru:
nada mas deseo yo, día y noche,
excepto tu servicio”.
Kabir.
Si me amáis y guardáis mis mandamientos,
Sois ciertamente mis discípulos.
Cristo.
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