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VERDADERA  DEVOCIÓN

 

 

 

n  una pequeña  aldea  del  distrito  de Saharampur, no

muy lejos  de Delhi, vivía antiguamente un Santo de nombre Bikh.  Sucedió que un  día, uno   de sus discípulos  caminaba  por  la  calle repitiendo constantemente el Nombre  de su Satguru:

 

                      Bikh, Bikh, Bikh, una y otra vez.

                      Un Qazi que pasaba por allí, le preguntó:

                      ¿Quién eres tú, mi buen hombre?. 

                      “Yo soy Bikh, respondió el discípulo.”

                      Entonces, el Qazi, le preguntó:

                      “¿Bikh, quién es tu Maestro?”

                      Bikh, fue la respuesta.

                      La siguiente pregunta del Qazi fue:

                      “¿Quién es tu Dios?”

                      Bikh, fue nuevamente su respuesta.

 

              Tanto el Qazi, como la multitud que se había reunido se mostraron muy disgustados por las respuestas del discípulo, de manera que, le arrastraron hasta la mezquita, para hacerle  retractarse de lo dicho. Se lo hicieron una y otra vez las mismas preguntas. Sus respuestas fueron siempre las mismas. Sumamente molesto, el Qazi dijo a la multitud, que éste Discípulo de Bikh, era evidentemente infiel y que como tal, debería ser colgado.

 

               El Qazi hizo entonces arreglos para que el discípulo fuera llevado a la presencia del Rey Akbar, en Delhi, quien pasaría juicio sobre él. Akbar, el  grande, le hizo las mismas tres preguntas y en respuesta el discípulo, dijo:

               “Oh Rey, cualquier cosa que yo tenga, pertenece por entero a Bikh. Sin él, no soy nadie, ni tengo nada.”

 

                 Akbar. Un monarca perceptivo, se dio cuenta de inmediato de que el discípulo estaba sumido en el amor por su Maestro.

 

                 En esa época, India sufría los efectos de una enorme sequía, de manera que, el Rey le dijo al discípulo:

                “Podría tu  Maestro ayudar a nuestra campiña haciendo llover?”

 

                “Señor, yo iré y se lo preguntaré”, contestó el discípulo.

 

                Lleno de esperanza de que un Maestro que podía inspirar tanto amor, fuera también capaz de hacer llover, Akbar, dijo:

                “Por favor, ve inmediatamente. Averigua lo que te pido y regresa rápidamente”.

 

                El segundo día después de que el discípulo había partido se produjo un fuerte aguacero, que alegró los corazones de todo el mundo.

 

               Al tercer día, el discípulo regresó a la corte de Akbar, y le preguntó:  Señor, estuviste  satisfecho con la lluvia?”.

 

                Akbar, lleno de gratitud, le dijo:

              “Ciertamente que sí, mi buen hombre. Han revivido los sembríos en toda la región. No tengo como agradecerte lo que has hecho por nosotros”.

 

               Akbar, hizo una pausa y luego, lleno de curiosidad, preguntó:

               “¿Quién es Bikh, de quién tan a menudo hablas?”.

 

                Es mi Guru, replicó el discípulo humildemente.

 

                El Rey le tendió al discípulo un documento y le dijo:

                “Este es un don que le hago a tu Satguru, de veintiún aldeas.  Ten la bondad de llevárselo junto con mi gratitud”.

 

                 Para sorpresa de todos los cortesanos, el discípulo devolvió inmediatamente el documento al Rey diciéndole:

                “Señor, estas aldeas no tiene valor a los ojos de mi Satguru. Son solamente cosas temporales de este mundo. Perdonadme, vuestra Majestad, pero me sería imposible llevarle este documento a él.

 

                Akbar, tenía bastante conocimiento de la manera de ser de los hombres de Santidad y comprendió inmediatamente. Pero sin embargo, envió a algunos de sus cortesanos  para que llevaran su don al Satguru.

 

               Algunos días después, cuando el discípulo fue a donde el Maestro, el Satguru le dijo:

                “Hijo mío, solamente pediste lluvia. Pero ese era el momento en que pudiste haber pedido cualquier cosa y la hubieses recibido. Porque tú estabas en comunión conmigo y yo estaba en comunión con el Señor Supremo”.

 

               El discípulo replicó humildemente:

 

                    “¿ y  qué habría  yo hecho con todo ello?,

                     yo solamente te quiero a Ti".

                                                             Abu Yazid Bistami.

  

 

                     El ser supremo, mora cerca de Ti.

                     Despierta! Despierta! Oh mi corazón. 

                     Despierta!

                                                             Kabir 

 

 

                    “Solo vivo para hacer tu voluntad.”

                     Mis labios sólo mueven en alabanza a Ti.

                     Oh, Señor, quién se hace consciente de Ti,

                     Abandona todo lo que no seas Tú.

 

                                                              Ansari de Herat.