Regresar al  índice

 

 

 

LA SANTA DE UN

MEDIO AMBIENTE EXTRAÑO

 

 

abia  Basri,  que  era  una grande  y  renombrada Santa,

 era muy hermosa cuando era joven. A causa de su belleza, fue una vez secuestrada por ladrones quienes las vendieron al dueño de la casa de prostitución, en donde se espera, que se comportarse como las demás mujeres de esa casa.

 

         La primera noche en su nueva casa, un hombre fue introducido en su habitación y, ella inmediatamente entabló conversación con él.

 

         “Ah, qué buena cosa es ver a un joven  tan hermoso”, dijo ella. “Ponte confortable por favor en esa silla y juntos recitaremos nuestras  oraciones, si así lo deseas”.

 

         El joven se sintió muy sorprendido, pero se inclinó hasta el suelo al lado Rabia y durante algún tiempo, ambos oraron juntos. Luego, Rabia se puso de pie y dijo:

 

         “Espero que no te importe si te recuerdo que algún día debes morir, y es la mente justo que te recuerde que el pecado que tienes pensado comerte te llevará a los fuegos del infierno. Por favor, por tu propio bien considera que en realidad quieres cometer el pecado y arrojarte a los fuegos del infierno o si pretenderías evitar este destino”.

 

         Muy sorprendido el joven dijo:     

 

         “Oh, bondadosa y piadosa dama, has abierto mis ojos que siempre están cerrados al significado de este pecado. Te acepto como mi Murshid (Maestro), y te prometo nunca más volver a visitar una casa de esta naturaleza”.

 

         Durante los días siguientes, muchos otros hombres fueron llevados donde Rabia y, todos y cada uno de ellos fueron cambiados como había cambiado el primero.                    

 

         Fue solo que el rufián que era el dueño de la casa empezara a preguntarse:

 

         ¿Cómo es que todo aquel que visita a esa muchacha nunca más regresa? Ella tan joven y tan hermosa que los hombres debería estar en torno a ella como las polillas en torno a las llama”.

 

         Con el objeto de resolver el misterio, la mujer del dueño se escondió una noche en un lugar desde donde podía ver el apartamento de Rabia y descubrir como trataba ella a los que eran llevados. Tan pronto como un hombre entró al cuarto de Rabia empezó a decir:

 

         “Buenas noche amigo, y bienvenido. Aquí en esta casa de maldad, siempre recuerdo que Dios es omnipotente. Es una excelente idea. ¿No te parece?”:

 

         El hombre profundamente sorprendido, se vio obligado a estar de acuerdo con ella. A regañadientes, dijo:

 

         “Si, eso es lo que los sacerdote nos han enseñado”.       

 

              “Aquí, rodeado por el mal, yo nunca olvido que Él ve todo el mal que se halla y se administra una rígida justicia. Oh, ¿Cuántos entran aquí en busca de un momento de mal llamado placer y tienen que pasar por indescriptible agonía y sufrimiento en los infiernos de Dios a causa de ellos?.

 

              Tú también puedes hacer lo mismo si así lo deseas. Pero amigo, la forma humana nos ha sido concedida para capacitarnos en la meditación y realizar la meditación de Dios, no para malgastar el precioso don actuando en forma inferior aún a la de los animales.

 

              Este hombre, al igual que muchos otros que él, vio de inmediato la Verdad en los labios de Rabia. Dándose cuenta por primera vez de la enormidad del pecado que pensaba cometer, cayó de rodillas a los pies de Rabia, y llorando amargamente le rogó su perdón.

 

              Las palabras de Rabia eran tan sinceras y persuasivas que la encallecida mujer del dueño salió de su escondite y empezó a llorar de arrepentimiento por los muchos pecados que había cometido. Arrodillándose a los pies de Rabia, dijo:

 

              “Oh, pura y piadosa niña, que daño tan grande hemos tratado de hacerte, a ti que eres una Santa. Vete, abandona de inmediatamente esta casa de maldad. En cuanto a nosotros, vemos ahora que hemos hecho una cosa horrorosa. Nuestros ojos han sido abiertos y nuestra vida cambiarán de ahora en adelante”.

 

 

                

Amante de mi amigo soy, ¿Qué preocupación tengo

yo con el creer o no creer?

Por el dolor del amor sediento estoy yo.

                                                                 Cuaja Hafiz.

 

 

De tu amigo, dicen, piden un favor, oh Saadi,

pero fuera del amigo Mismo,

nada más al Amigo pido yo.

                                                                 Saadi.